Adenda. Así se nos presenta una paradoja. Para notarse, el poema—y la así llamada obra de arte—tiene que ser de alguna manera un poco distorsionado, novedoso, atrayente, raro, etc.. Al notarse se ve instantáneamente como representación. La representación pide fidelidad con lo representado, aunque sea en forma implícita o materia de polémica. Entonces: el poema se nota gracias a su distorsión respecto a los otros objetos representativos de su serie. Pero esta distorsión apela a la fidelidad referencial en el eje de referencia, lo que implica su anulación. Es decir la distorsión aparece en el poema para autoanularse paralela e instantáneamente, en tanto lo no referencial. El segundo movimiento del lector/escucha/espectador es el reconocimiento de los elementos referenciados y de los elementos distorsionados en el poema. La realidad del poema es oximorónica, una pareja de elementos contradictorios.
Extrapolación. Entre estas dos instancias, la de la realidad y la distorsión que la posibilita en el poema—y en toda representación por así decir artística—se despliega el abanico de los realismos y los vanguardismos. El desiderátum de todo realismo es la representación fiel que a la postre no se distingue de lo representado y por ende el poema (o la obra artística en general) se anula como espectáculo. En el otro polo es la obra de arte (poema) desligada de la representación y constituida por el elemento de distorsión: la vanguardia absoluta concretizada por un objeto tan anómalo que sería invisible.
Como algo distinto. La presencia del elemento de ruptura implica que el poema se presenta como distinto, en términos de diferencia y de distinción. El último término tiene connotaciones del hecho de destacarse, como por ejemplo ‘tiene distinción, es tan distinguido’. Así vuelve a estar presente una jerarquía implícita o explícita: el poema destacado frente a lo borroso y su valor cualitativo. Lo destacado no implica necesariamente lo claro y definido, sino, otra vez, el instaurarse del objeto como destacado frente a un fondo. Pero no hay que negar que la distinción puede acercarse a la claridad en la percepción del objeto artístico—su mostración análoga de objetividades y formas del por así decir ‘mundo externo’ o propiamente ‘real y objetivo’ y ‘mundo interno’, elemento de claridad que de primeras e implícitamente se le exige en la mostración del mundo o la realidad que instaura, y respecto al que juegan otra vez las tendencias de alteración de lo real representado conducentes a experimentalismos y vanguardias que juegan teniendo como telón de fondo el desiderátum de coincidencia o identificación de la representación y lo representado.
Como algo distinto. La presencia del elemento de ruptura implica que el poema se presenta como distinto, en términos de diferencia y de distinción. El último término tiene connotaciones del hecho de destacarse, como por ejemplo ‘tiene distinción, es tan distinguido’. Así vuelve a estar presente una jerarquía implícita o explícita: el poema destacado frente a lo borroso y su valor cualitativo. Lo destacado no implica necesariamente lo claro y definido, sino, otra vez, el instaurarse del objeto como destacado frente a un fondo. Pero no hay que negar que la distinción puede acercarse a la claridad en la percepción del objeto artístico—su mostración análoga de objetividades y formas del por así decir ‘mundo externo’ o propiamente ‘real y objetivo’ y ‘mundo interno’, elemento de claridad que de primeras e implícitamente se le exige en la mostración del mundo o la realidad que instaura, y respecto al que juegan otra vez las tendencias de alteración de lo real representado conducentes a experimentalismos y vanguardias que juegan teniendo como telón de fondo el desiderátum de coincidencia o identificación de la representación y lo representado.